Amanecía el domingo 23 de octubre señalado en rojo en el calendario y con muchas dudas en el entorno. División de opiniones entre una parroquia exigente con sus dirigentes, cansada de promesas y de discursos contradictorios. Debates y discusiones en las redes sociales y mucha incertidumbre acerca del resultado y del futuro del partido político… Y es que el PSOE, al igual que el Real Mallorca, afrontaba la jornada dominical jugándose gran parte de su futuro. Por un lado, los partidarios del No a la investidura de Mariano Rajoy y del No a la continuidad de Fernando Vázquez al frente del conjunto rojillo y, por otro, los defensores de la abstención que facilitaría que el tándem gallego Rajoy-Vázquez continuara al frente de sus respectivas obligaciones político-laborales. Uno repitiendo como Presidente del Gobierno de España y otro manteniendo su cargo como máximo responsable de la parcela deportiva del conjunto “barralet”.

El resultado lo sabemos todos. Mientras que en el PSOE se imponía el voto favorable a la abstención, en Son Moix la lotería de los penaltis concedía una tregua a un Fernando Vázquez en el punto de mira de la nueva propiedad, representada por un Steve Nash que, en las horas previas al partido ante la AD Alcorcón, demostraba en la cancha que no había venido a Palma a perder el tiempo.

Y el tiempo será, precisamente, el juez implacable que sentenciará si la propiedad norteamericana acertó en su decisión de abstenerse de destituir al de Castrofeito o, si por el contrario, debería haber escuchado a una parte de la militancia rojilla instalada, desde finales de la temporada pasada, en un rotundo No a Vázquez.

En definitiva, el futuro de ambas  formaciones rojillas está en juego y son pocos los que se atreven a vaticinar las consecuencias de una decisión que, a día de hoy, se antojan impredecibles. Consecuencias que van desde dejar herida de muerte a la formación política, hasta perder una temporada más, y ya van cuatro, un tiempo valioso en el camino hacia el ansiado retorno a Primera.