El curro quema. Estudiar quema. Salir a pescar quema. La rutina abrasa. Cuando se acumula, cuando no se aprueba o cuando no se saca un mísero pez en toda la noche. Entonces cambia la óptica con la que se ve aquello que ayer parecía maravilloso. De una semana a otra, de una jornada a la siguiente, la tierra de seis, siete, ocho vueltas sobre si misma. Entonces, ¿como pretender que el resto quede perenne?

De la jauja a la negligencia más absurda pasó el Mallorca en siete rotaciones terrestres. En levantarse la falda y dejar a vista de todos sus carencias, sus malos hábitos, sus quemazones. Los cuatro regalos ante el Tenerife fueron un oasis en el desierto, aunque poco duraron los suministros. Pronto volvieron las vacas flacas y la sed al frente, haciendo nublar las mentes y atrofiar las piernas en los metros finales. Pese a ser superior en cuanto a volumen y claridad de sus ocasiones, los bermellones insistieron en desechar de manera rutinaria todas y cada una de ellas, motivo suficiente para levantar quemazones y obcecarse.

Abdón está generando, pero no finalizando. (Fuente: LaLiga123)

El unocerismo es precioso pero indudablemente romántico, porque el rival también juega. A veces lo obviamos y creemos suficiente fiar la victoria a la eficiencia de una sola de las partes. En tres ocasiones salvaron los tres puntos por la mínima, en dos se les volvó la tortilla (con cebolla). Si Vicente quiere llevara sus hombres a la barrera de los cincuenta puntos viendo la tabla desde un mirador, tendrá que buscar soluciones a los malos hábitos. Los arreglos, a todo esto, tal vez no se basen en pedir socorro. Igual lleva en la maleta, una en la que quepan los suplentes y desconvocados, suficientes provisiones en formas de Carlos, Sergio, Pablo y Juan Diego. Igual pueden volver a ver el sol entre la fatigosa rutina.