La frase tiene su raíz en un pub inglés, donde se sirven infinitas pintas y ahora se ven partidos sucios de Championship y se escucha Oasis Kasabian. O eso quiero imaginar. El lubricante social por excelencia y naturaleza, antes de la pelotita, fue el alcohol y demás. Pero un bendito día, los británicos cambiaron las reglas del juego. Los lazos establecidos únicamente en el bar se trasladarón al rectángulo y todo fue a más (menos para los regentes de los bares y las fábricas de cerveza). Había algo que abria aun más a las personas; las desentrañaba en canal. ¿Quieres conocer a alguién? Fijate en cómo trata a un camarero o metelo en un campo de fútbol.

Una pachanga en el parque con un puñado de desconocidos -hasta entonces- es lo mínimo necesario para comenzar a forjar una relación. Aunque esta se limite, y nunca llegue a transcender, del partidito de los domingos. Otras veces si que pasa y se mantienen de por vida. Cuatro patadas a un balón y una vida. Al menos un recuerdo amable, cariñoso, por aquellos con los que uno comparte vestuario. Incluso hacia el chaval con el que te enfrentaste de benjamín y ahora juega en segunda división, mientras tu lo admiras por la tele, guardas un recuerdo dulce en tu memoria. Aunque le marcase diez goles a tu vulnerable orgullo infantil.

Es el medio de cohesión por excelencia. (Fuente: FIFA)

Los caminos del fútbol son inescrutables. El abrazo, repetido en mil ocasiones, con el desconocido (o quizá no tan desconocido) del asiento de al lado en el estadio, la cerveza de después de las pachangas emulando los maravillosos terceros tiempos propios del rugby y los colegas eternos frojados tras una asistencia del gol generosa. Por que el fútbol es solo una excusa para hacer efervescer todo aquello que le rodea.

Son Moix y el Mallorca fueron mi lubricante con mi abuelo, con mis hermanos, con uno de mis primos canijos. Con mi padre cuando, a su pesar, me acompañaba a ver la ópera bufa que es para él el fútbol. Para el que lo ve como debe ser visto, el fútbol tan solo puede unir. Y por ello, sin perder la perspectiva, es uno de los motores de cohesión social por excelencia. Larga vida.