Ayer fue uno de esos días. Creo que sabrás de qué hablo. Ayer fue uno de esos días en que el fútbol parece estar por encima de todo, especialmente de tu humor. Uno de esos días en que un balón entrando en una red es capaz de trastocar el estado de ánimo de tu domingo, es capaz de hacerte perder el hambre, la ilusión o incluso las ganas de seguir viendo ese estúpido deporte que juegan once contra once.
Y es que a veces la vida nos tiene preparados días como estos. Jodidos. Uno se ilusiona, pone sus expectativas en que todo salga bien, se viste con sus mejores galas y se lanza a la calle para animar desde la distancia a esos 25 jugadores vestidos de rojo que durante dos horas van a ser lo más importante de tu vida.
Pero todo sale mal. Desde el portero del equipo rival parando lo imposible, a tu mejor defensa fallando lo que no se puede fallar. Y por si fuera poco, un alud de aficionados contrarios a tu equipo, escondidos a saber dónde durante el resto del campeonato, se avalancha sobre las redes sociales para dejarte claro lo que tú ya sabes que ha ocurrido.
Y de repente, aparece. Y aunque se haga complicado verlo entre tanto ruido, brilla por encima de todo. El vídeo. 60 segundos en los que ves a tus jugadores, aquellos a los que tanto cariño ofrendas, entre risas y abrazos con tus exentrenadores, aquellos a los que tanto odio profesas. Y mientras el odio quiere hacerse hueco entre tus venas, de pronto, todo se serena. Percibes el mar perdiendo ferocidad y la llegada de una maravillosa calma interna.
Football is about respect #FairPlay pic.twitter.com/flUpzDhuh0
— Àlvar Moreno (@_AlvarMoreno) February 15, 2021
Porque viendo esas imágenes, uno se da cuenta de que al final, y por mucho que nos empeñemos en lo contrario, sólo es fútbol. Y hay sentimientos que siempre deberían estar por encima.