Las últimas semanas han supuesto un terremoto en el RCD Mallorca. La no consecución de una plaza europea debido a una segunda vuelta horrorosa se ha unido al descontento de una afición que siente que su equipo ha pecado de conformista y que bajó los brazos en esta segunda vuelta de campeonato. Todo esto tiene un origen. Algunos de los aficionados desplazados a Montilivi estallaron al final del partido por la dejadez de los suyos y hubo un acalorado enfrentamiento verbal entre varios de los pesos pesados como Dani Rodríguez y Raíllo y la afición desplazada. El de Betanzos llegó a asegurar que se le amenazó de muerte, amenaza que no se ha confirmado a pesar de contar con muchas cámaras de televisión y de aficionados que podrían haber grabado el incidente. Digo yo que la palabra de Dani sin pruebas valdrá lo mismo que la de cualquier otro, ósea nada. Por lo que a mí respecta, Dani no fue amenazado de muerte. No tengo dudas de que fue insultado, como muchos otros jugadores, eso seguro.

Y aquí está el kit de la cuestión. Cuando surgen incidentes dentro de una grada como puede ser un insulto, no tardan en saltar los abanderados del respeto y la educación. En este país abundan los buenistas, que no los buenos, y los que no dudan en poner el grito en el cielo cuando escuchan cualquier desprecio desde la grada. Luego, por supuesto, callan ante otras situaciones mucho más preocupantes en las que no voy a entrar. El insulto en España, como en otros países del mundo, forma parte de nuestro día a día. Todos hemos insultado, todos hemos sido insultados y todos seguiremos conviviendo con el insulto a diario tan ricamente. Sin embargo, cuando pasa dentro de un estadio las reacciones de los medios son furibundas, muchos incluso aseguran que no dejarían entrar a nadie que insulte. Siento decirles, compañeros, que se quedarían ustedes sin trabajo muy pronto porque la mitad del estadio no podría entrar. Insultar a un jugador no te hace ser mala persona, no te hace ser maleducado y desde luego no te convierte en un criminal, que es lo que pareces cuando entras a una grada y ves que hay una cámara, ya sea de policía o de televisión, apuntando hacia tu fondo para ver si los de Movistar+ pueden cazar a algún pobre hombre y echarlo a los perros por insultar a un multimillonario.

Ahora en Mallorca el que se muestra muy descontento es Morlanes, que asegura que no había visto nunca lo de que en medio de un partido la grada le recriminase a su jugador. No sé qué fútbol ha visto Manu los últimos diez años, pero desde luego no el mismo que yo. Suerte tiene de estar en Son Moix, otros campos no hubiesen pasado por alto esta segunda vuelta hasta la J37.

Más allá de moralismos, de que pueda estar mejor o peor y de que seguramente es mejor no insultar que insultar, la realidad es que el insulto es un elemento cotidiano en nuestra sociedad. Insultas a tus amigos, a veces de broma y a veces porque te enfadas, insultas a aquel que te cae mal, a ideas y a incluso países. Los políticos se insultan en el congreso, los futbolistas se insultan entre ellos sin parar en el césped, pero para los que te miran desde una especia de atalaya moral y ética el insulto del aficionado al fútbol es donde está el límite. A más de uno se le caería la careta si le grabasen durante un día. A ti, que no insultas, mi enhorabuena por tu autocontrol. A ti, que insultas, no eres peor que nadie por esa razón.