No me gustaría verme en la situación de tener que apostar en un partido del Atlético Baleares. Si se puede resumir con una palabra lo que llevamos de temporada, es que es un equipo imprevisible. En 10 partidos han hecho una ‘manita’, han ganado a un líder invicto y han tenido una racha de cinco sin ganar.
Este domingo, el Baleares llegaba pisando el acelerador después de sumar 6 puntos que eran vitales si sigue con la mirada puesta en el ascenso. Contra el Badalona, el equipo se vio superado por un cuadro que se plantó bien en el campo, hizo su partido y superó tácticamente en todas las fases del partido a los blanquiazules. Fue un partido desquiciante para los locales, a los que no les salía nada. Hubo muchas imprecisiones, falta de ideas y lo más importante: le costó mucho al equipo finalizar una jugada. En el campo, la atmósfera lo decía todo: en el último cuarto de hora, cuando más debía presionar el Baleares sobre el área del Badalona, todo Son Malferit estaba enmudecido en lugar de gritar. El juego estéril de los locales contagió a la afición, que asumió antes de tiempo que el partido estaba perdido.
La única ocasión que tuvo el Baleares vino de un remate de cabeza picado que casi despista al portero del Badalona. Es cierto que en frente había un club invicto, pero si la aspiración del Atlético Baleares es subir de categoría, partidos como el de este domingo no se pueden repetir. También cabe mencionar la mala suerte del equipo con las lesiones, que ha hecho que Ziege tuviera que apostar por fórmulas que no eran las originales. A veces las cosas salen bien y a veces las cosas salen mal, pero para mirar hacia arriba tiene que haber más de lo primero.
Sólo llevamos 10 partidos, y hay una eternidad hasta el final de temporada, pero con los resultados que ya tenemos, vemos que el Baleares cae con los de arriba y vence a los de abajo. Si los rivales directos aspiran a ser Alcoyano, Ebro o Barça B, los de Ziege deben demostrar que pueden ganar a cualquiera.