Viendo el partido del Almería frente al Rayo Vallecano el pasado lunes, correspondiente a la jornada 13 de la Liga BBVA, acabé de confirmar mis conclusiones acerca del conjunto que dirige Francisco. Y sí, definitivamente, Francisco y la buena suerte no mantienen una buena relación. Cada ataque que producían los andaluces parecía el que acabaría por entrar, pero no fue así. Los minutos pasaban y el tiempo se convirtió en enemigo. Tanto es así que el Rayo consiguió el único gol del ‘match’ en el minuto 86, gracias a un gran centro de Bueno que remató Kakuta. Un jarro de agua fría.
Cierto es que, como en ese partido, esa situación se habrá producido en otro tantos partidos y los protagonistas serán otros tantos equipos. No obstante, lo que llama más la atención es que, desde que llegó Francisco al banquillo del conjunto almeriense, se ha repetido muchas veces ese guión. 80 minutos de gran fútbol sin acierto, que terminan por pagarse en el tramo final del encuentro.
Volviendo al partido frente al Rayo, el Almería fue dueño y señor del partido. Thievy fue una pesadilla para la defensa, así como Welligton Silva, Jonathan Zongo, Ximo Navarro y Dubarbier. Las bandas eran auténticas autopistas de misiles que desbordaban sin ningún control a la defensa rayista. 70 minutos de presión intensa arriba, de ocasiones, de desborde, de ocasiones. Todo eso sin Édgar Méndez. En fin, ninguno de esos factores tuvo premio, lo que impidió que, una jornada más, a Francisco se le quedase la cara de tonto.
Un problema que ha desencadenado una gran preocupación en las filas almerienses. Hay una plantilla que puede salvarse perfectamente, con jugadores poco tácticos, pero muy físicos y rápidos. Quizás frente a los grandes eso sea una laguna importante, pero ante los pequeños es una ventaja considerable. No obstante, si no hay acierto, no sirve de nada.
Eso es lo que más impacienta al entrenador. Él lo dispone todo y adapta sus jugadores a lo que piden sus características, pero la pelotita no quiere entrar. Más que un problema de definición, es un problema de suerte. Un gafe. Hay equipos mucho peores que el Almería en la liga, pero no lo parece cuando echamos un vistazo a la clasificación. Lo único que necesita este equipo es acierto y suerte. Parece poco, pero es un mundo.