Un gol que vale más de media permanencia. Será una tarde noche de sábado recordada por el
tembleque de todo aficionado que desesperaba en liquidar cuanto antes, ya fuese
por lo penal o lo civil, el encuentro que hundiría en la máxima depresión o
encarrilaría el vagón tantas veces descarriado. Un gol, tres puntos y el
empujón de supervivencia que necesitaba como el comer un equipo pero también
toda una masa social. Igualmente el puerto de subida acaba de empezar, aunque
cierto es que se ha iniciado con una buena pedaleada, pero habrá que dejárselo absolutamente
todo en estas últimas pendientes. Y no se admiten calambres.
Volvió a correr. Con el paso de los años la frialdad ha pasado a
ser protagonista o más bien la experiencia enfrían las vivencias. El míster sabía
de la importancia capital del partido. Había que pasar el túnel sí o sí. Fue él
con un tanto quien arrancó el motor oxidado del gallego y ni el tiempo pudo
calar la maquinaria del de Castrofeito y abalanzarse hacia ese pupilo, el
gamberro de la clase que te da más de un dolor de cabeza. Sabes perfectamente
del potencial que atesora, hay que pulirlo y, en ese instante en el que
codificas dicha información, las diferencias quedan a un lado y el abrazo  se funde en el medio.

Se sueña por una permanencia en
Segunda División. Esta es la cruda
realidad. El Real Mallorca es la perfecta definición de que el tiempo pone a
cada uno en su sitio. El próximo duelo es lejos de la isla, cosa que es unir Mallorca
y visitante para que vuelvan  a ser
protagonistas las alarmas y las bocinas. La fortaleza del Girona es Montilivi
(no pierde desde el doce de diciembre) y a día de hoy parece que el Mallorca
solamente atesora una posibilidad de vencer a domicilio: transportar Son Moix a
Cataluña. Y otro dato importante. Acuña volvió después de su último encuentro en el Alcoraz. Huesca fue el último partido vencido fuera de casa. Dios los cría y
ellos de juntan. Lo de Pol Roigé fue propaganda.

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