Mallorca, en el mundo, es un grano de arroz. Un mallorquín en el mayor escenario mundial a nivel fútbol, dicta la historia, también. Rusia y Lopetegui (ay, Lopetegui) han encontrado ese segundo grano de arroz en el desierto. El primero, el tío del dueño de Roland Garros. Sí, Miquel Ángel. Entonces ya había vuelto a su isla, su grano de arroz. Mallorquín y formado en el Mallorca, como para sacar pecho de nuestra pedrera. La historia se volverá a repetir, por segunda y esperemos que no última vez. De nombre Marco, en este caso, pero al lado de su nombre no saldrá el del Mallorca. Ya abandonó el nido y ¿todavía? no ha vuelto.

Llega con su futuro como blanco pendiente de Neymar. Dios quiera que se cumpla, egoísta y mallorquinistamente hablando, para sacar más tajada que con su venta (eh, Utz) y paliar como sea ese límite salarial. Partiendo desde el banquillo, el mallorquín tiene la capacidad de desatascar y solucionar una eliminatoria en veinte minutos. Su adaptación a comenzar desde la banda (que tantos problemas le dio en la isla) le han abierto las puertas a ser, junto a su compañero Lucas Vázquez, las mejores bazas sentadas en el banco. Sigue con su viaje por el mundo y la élite del fútbol con su isla a cuestas. De Calviá, Mallorca, al mundo: «Marco en Rusia».