CD Mirandés | 2 | 2 | RCD Mallorca |
CD Mirandés: Santamaría; Oriol, Ansotegi, Álex Vallejo, Sasa Zdjelar (Lekic, 46′); Culio (Salomao, 68′), Yuste (Moutinho, 82′) Pleguezuelo, Campabadal; Lago Júnior y Brandon Thomas | RCD Mallorca: Sergio Pérez, Quintanilla, Kijera, Álex Ortiz, Guarrotxena (Álex García, 73′), Sangali, Pedro (Urko Vera, 73′), Maikel Mesa (Provencio, 55′), Carlos Moreno, Eguaras y Ruper | ||
Goles: 1-0: Maikel Mesa (2′), 0-2: Guarrotxena (34′), 1-2: Culio (40′), 2-2: Lekic (87′) | |||
Asistencia: 1.601 espectadores |
Miranda de Ebro despertó entre nubes grises evidenciando un atardecer escabroso. El ambiente era feo y en la noche oscura un equipo acabó en la horca absoluta. El contrario ya era un alma fortalecida y amueblada en la tragedia del descenso. Luchó mejor sin su cuerpo ya ensangrentado que con él de manto. No fueron los locales los que se llevaron por delante 36 años sin bajar al patíbulo, dejando por los suelos ya en la media hora de partido a su rival inválido, sino los propios integrantes de una plantilla visiblemente amputada por una planificación funesta. Ellos mismos ejecutaron la cuchilla de la guillotina para truncar toda una era de supervivencia en el último lustro. Ellos fueron sus verdugos. Ellos bajaron a Segunda División B.

La primera estocada llegó apresurada. En un bloqueo de cabeza y pies del conjunto bermellón se vio con la rúbrica ya de un marcador desfavorable en el minuto dos de juego. El balón dominado prácticamente durante toda la primera parte por los locales, se aprovecharon de un mal despeje de Ansotegi, Kijera recibió el balón mientras Sasa se movió con los ojos y el lateral mandó un centro al área para que Maikel Mesa solo detrás de Pleguezuelo empujara a placer. Joan Oriol vio el gol en la posición privilegiada. Se desentendió de sus funciones profesionales y pasó a jugar a conveniencia personal bajo un parámetro de pulsaciones y ritmo lamentables. Cosa que no dudaron los locales en aprovechar la piscina del lateral catalán mediante el banda derecha Sangalli y el mediapunta Guarrotxena, que se hartaron de apuñalar el costado izquierdo del Mallorca.
Asimismo, en el partido más trascendental en años, Sergi Barjuan optó por la vía inventiva. De inicio, con Angeliño lesionado y la vuelta de Oriol, adelantó por primera vez des de que el míster aterrizó en la isla a Héctor Yuste como mediocentro junto a Vallejo y con Sasa y Culio, este último por Moutinho, de volantes por delante y arriba Lago y Brandon. La idea acabó en una composición en el campo totalmente irregular y mareante. Tanto es así que Yuste nunca encontró acomodo e incluso para buscarlo se introdujo unos minutos como una de las referencias delante. Había tanta gente por dentro que el equipo se volvió previsible y solo se pisaba banda en algún desmarque en ruptura de Lago o Brandon y las internadas contadas de los laterales bermellones. Sin olvidar el nulo peligro, donde pasado el cuarto de hora ni se pisó el área rojilla.
Ante tal lio de posiciones en el lado mallorquinista, las variaciones no tardaron en llegar con cambios de posiciones como fue la de Culio y Sasa Zdjelar, con un Barjuan constantemente y en un estado de desesperación corrigiendo el lugar de cada uno de sus pupilos. Entonces, en una inmersa mezcolanza bermellona, el Mirandés no desaprovechó el desvarío y empujó a su rival. Y es que el juego de los de Pablo Alfaro consistía en una rápida circulación, llegada a zona de tres cuartos de campo y el consiguiente desborde continuo. Guarrotxena equilibraba los ataques, Sangalli y Pedro penetraban por fuera y Maikel Mesa solía taladrar las jugadas. Una combinación entre ellos pudo suponer el 0 a 2 de no ser por Santamaría. Sin embargo, el portero navarro no pudo hacer nada con el segundo gol del Mirandés. Sí que pudieron evitarlo sus compañeros de campo. El jugador jabato recibió en la media luna, tuvo tiempo para pensar, levantar la cabeza y disparar con una rosca imparable en la red. Y todo bajo la atenta mirada sin encimar de Campabadal, que vio alzar el vuelo del balón en dirección inalcanzable para Roberto Santamaría. Pero antes del descanso, en el primer cambio de orientación del partido del lado bermellón llegaría el primer tiro a puerta y gol de Culio, que maniobró 180 grados disparando dentro del área con la zurda en un centro de Lago Junior. El Mallorca le daba un poco más de espacio y oxígeno a su mente y el técnico catalán no esperó en mover ficha justo en la reanudación del segundo tiempo.
Lekic saltó para alargar al equipo y paulatinamente bajo el manto de pura necesidad vital de revertir el marcador, los de Sergi Barjuan cogieron más trozo de campo con un Mirandés proyectado en las contras que más de un susto sucedió para poder catapultado el tercero de los locales. El Mallorca se hipotecó a los saques de esquina de Culio sin éxito alguno teniendo materia prima cabeceadora y de altura como Yuste, Lekic o Ansotegi, este último -colocado el último cuarto de hora como segundo punta- remató algunos cabezazos pero totalmente estériles.
La desesperación inundaba el lado izquierdo de la grada sol repleta de mallorquinistas para empujar a su equipo, en tanto que el banquillo bermellón era también una auténtica caldera de emociones enlatadas en el poco espacio del área técnica de Anduva. La presión y los cambios fueron la nota menos negativa, ya que Salomao -entró por Culio- se recorió el carril central hasta llegar en el momento adecuado para soltar el balón en el hueco que Lekic cazó y empató el marcador en un chut de primeras.
La victoria era la vida absoluta. Solo valían los tres puntos. Además de que los rivales más directos, Nàstic y Alcorcón, iban -y ganaron- adelantados por la mínima. Entre balones arriba, disputas y ocasiones inmaterializadas, llegaría la última bala en la recámara para el Mallorca. Provencio sacó la pierna a Moutinho para otorgar una falta justo dentro de la luna del área. Minuto 89 de juego. Moutinho tenía la mirada clavada en la portería rival. Se dispuso a lanzar pero el balón fregó el travesaño, dejando en un tiro capital al Mallorca sentenciado. Porque ni los tres minutos posteriores de descuento sirvieron para materializar la debacle en Anduva. Y ni Pulido Santana, colegiado del partido, puso obstáculo en no pitar una pena máxima tras la caída de Brandon Thomas en el área. No quiso alargar una tragedia irrebatible.
La oficialidad a una bienvenida lejana y desconocida. Miquel Contestí, Antonio Oviedo y jugadores abandonaron con sudor y sangre una década oscura para dar una bienvenida a una nueva era mallorquinista aseada. Fue un arduo trabajo. Ellos sí que sabían de fútbol.