No, Pablo Torre no parecía una pieza imprescindible. Incluso, fuera de alcance porque, pocas veces, un jugador joven, con proyección y titular en la selección española sub-21, hace el camino inverso: del Barcelona al Mallorca. Normalmente es al revés. Y nos cogió, o mejor dicho, me cogió con el pie cambiado porque no lo veía real.

El fichaje del cántabro se alargó más de la cuenta. Y yo sí pensé mal. Sobre todo cuando adelantaron el interés del Ajax y el Olympique de Marsella por él. Ya lo tenía claro: Torre ha utilizado al Mallorca para sacar más dinero. Pero no. Yo estaba equivocado, otra vez. 

Aparecieron los flecos. Los famosos flecos. Sabíamos que estaba al caer y que solo faltaba la oficialidad. Pero se alargó demasiado. Tanto que, lo que era una ilusión desbordada, se transformó en un hartazgo generalizado hasta que este lunes llegó al aeropuerto.

El martes recibió el habitual manteo de sus compañeros, se vistió de corto y entró al campo de entrenamiento de Son Bibiloni junto a Abdón Prats. De nuevo, ilusión desbordada. El deseo se ha convertido en realidad.

Un anhelo, que marca el camino. Sí. Pablo Torre marca el camino que ha trazado Pablo Ortells. Porque es un jugador joven, de un talento fuera de toda duda y que regalará goles y marcará otros tantos en Son Moix. Eso es así. Y eso es un acierto, a pesar de que la plusvalía máxima sea de 7’5 millones de euros. 

Hay que disfrutarlo. Seguramente se irá. Y, si lo hace más pronto que tarde, será bueno para ambos porque eso querrá decir que se habrá salido. Ojalá sea una relación de verano. De uno. Y que acabe como finalizan los grandes amores: con un verano eterno. Porque así se disfrutaría de una forma intensa. Sabemos a que jugamos.