El fichaje de Cyle Larin está siendo un fracaso por su falta de actitud. Llegó con la vitola de estrella, previo pago de  Ortells de un traspaso de ocho millones, y sus actuaciones distan mucho de las expectativas creadas a partir del coste de fichaje. O sea, su precio es una caricatura del rendimiento que está dando esta campaña.

Habría que entrar a valorar qué le ha pasado a un futbolista que deslumbró en el Valladolid y solo unos meses después en el Mallorca está más apagado que la calefacción en verano. Llegó pasado de forma. Bueno, con unos kilos de más. Se le esperó y se confió en él, pero el canadiense está decepcionando demasiado de cara a gol, pero sobre todo en actitud.

Otro debate sería cuántas ocasiones ha fallado que le han puesto en bandeja y cuántas se ha fabricado él sólo quedándose mano a mano con el portero. Seguro que son muchas. Sobre todo la segunda opción. Pero solo dos goles en liga, son pocos tantos. A cuatro millones el gol. Que me los den a mí. Algo haría yo.

Pero bueno. La falta de gol es preocupante, pero más la desidia con la que se percibe desde el campo su actitud. Ya sabíamos que iba a pelear menos que el Pirata Muriqi porque más es imposible, pero necesita enganchar a la afición. La desactiva a favor del equipo y la enciende para pedirle más porque desquicia hasta a un vaso de leche.

Lo mejor que se puede hacer con un error es buscar una solución. La única viable es la venta de Larin. Porque si la ausencia de puntería lo solventara con ganas sobre el equipo, con declaraciones excitantes e ilusión todo cambiaría porque todo el mundo puede fallar. La actitud dirime si el pulgar va hacia arriba o hacia abajo. En este caso hacia bajo. Ortells: véndelo.

Larin, en La Cartuja
Foto: FutbolMallorca